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POR JORGE RIAL
Votando por un sueño
Se va a poner lindo el Congreso. Ver, por fin, a algunos diputados trabajando. Conocerles la cara a otros. Saber quién es quién. Y, por sobre todas las cosas, poder contestarnos por fin una pregunta casi retórica: ¿A quién le pertenece la banca?
Jorge Rial
Si me permiten una licencia, es casi, casi, como en Bailando por un sueño. En el programa de Marcelo Tinelli cualquier perejil se adjudica el éxito. Es patético ver a ciertos proyectos de estrellas con la planilla de Ibope en la mano buscando si su aparición en pantalla marcó el pico de rating para después mostrarlo como un trofeo de guerra. Giles sin anestesia.
El éxito tiene dueño y es el quién elige, como un titiritero, a los muñecos que le sirven para montar su show. No es democracia, es a dedo, pero llevado a lo que pasa en el país es muy parecido. Porque como ciudadanos elegimos a nuestros representantes. Por afinidad, por sus proyectos, porque lo conocemos, porque es del pueblo y va a defender nuestros derechos. Llegó la hora de la verdad. El momento de contestar la pregunta maldita: ¿De quién es la banca?
¿De la gente que le entregó su confianza o de aquél que sienta su culitos muy de vez en cuando en el recinto? Ese ficticio minuto a minuto de los diputados, que los lleva a sentarse a la mesa de Mirtha, debatir con Luis Majul, escuchar los monólogos de Mariano Grondona, usar gratis pasajes de avión y sentirse una estrella. Una popularidad que les gusta, los pone cómodo y no los obliga a nada en un país donde el Congreso parece pintado. Ahora deberán demostrar de qué están hechos, si tienen fuego sagrado, si responden a sus ideales, a su ética, si forman parte de la historia o sólo son una parte mínima de un show montado por otros, en este caso no por Marcelo Tinelli pero ustedes le pueden poner el nombre que quieran.
Hasta ahora los legisladores bailaron con la música del poder. Disfrutaron del éxito, las cámaras y los micrófonos. Pero llegó el momento en que le saquen el maquillaje y se muestren tal cual son. Como en la tele, muchos se comieron el éxito ajeno y después eructaron un fracaso propio.
En este remedo trágico y político de Bailando por un sueño, los diputados tendrán que demostrar si su éxito es de cada ciudadano que confió en su talento o simplemente forman parte de una comparsa que salta ante la orden del amo. La única diferencia entre el ciclo de Tinelli y lo que suceda en la Cámara de Diputados es que en la tele podés hacer zapping al instante y evitarte la vergüenza ajena. En democracia, por suerte, en un tiempo el espectador-ciudadano puede volver a votar con el recuerdo fresco del “acting” de cada uno. A veces la tele y la realidad se mezclan en un extraño baile.
fuente: www.primiciasya.com.ar